KVAS PARA TODOS
Era en Nóvoye Seló, en vísperas de fiesta, cuando una tremenda señora ponía la mesnada de muchachos a hacer kvas.
Llegaban sedientos, tres, cuatro, cinco; y ella los recibía en jarras.
Un rapaz de ojos claros escucha la intrépida voz:
-Arrima de la fuente doce litros de agua fresca.
Otro con el pelo rojizo:
-Ve a comprarle a Zajar cuatro kilos de pan de centeno.
La que ofrecía su sonrisa:
-Toma al peso ochocientos gramos de azúcar.
El que no se separa, con las guedejas cubriendo la frente:
-Coge de aquel vasar ochenta gramos de levadura.
Una chica ojos color tabaco, vivarachos:
-Trepa al sobrao de Zajar y róbale doscientos gramos de pasas.
La señora, a cambio de belleza, derramaba el pan en agua hirviente. Ya enfriado, disuelve una muchacha el azúcar. Otra espolvorea la levadura. Reposa el brebaje en lugar templado media día. A la vuelta, los jóvenes lo trasiegan en botellas, añadiendo las pasas, y todo es abandonado en lugar fresco.
El tiempo cumple su labor. Dos días después, para la fiesta, el kvas está a punto.
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