30 noviembre 2009

LA PEQUEÑA LADRONA

Su abuela con frecuencia la reprendía, y sus reproches -era fea, maliciosa- se le habían grabado en el alma.

En invierno la lluvia hizo un socavón en la calle. Pusieron unas vallas, y de noche se encendía una linterna roja.

Al volver del colegio, de repente se le ocurrió que aquella luz en la calle era su protectora, que si no la cogía y la llevaba a casa sería desgraciada siempre. La arrancó, se la metió entre las ropas y subió deprisa.

Cuando se desnudaba, a la luz de la linterna, descubrió una marca de nacimiento roja, entre los hombros, justo bajo la nuca.


Texto de Alan


Françoise Hardy

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