THE TALE OF TROY
ROGER LANCELYN GREEN
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'Awake, dear child!' cried the old nurse. 'Awake and see the day for which you have prayed so long! For Odysseus has come — he is here in his own house, and has slain the proud Suitors who troubled you so and devoured all his substance!
But Penelope would not believe the good news, not even when she came into the hall and found Odysseus waiting for her.
'I have heard it say,' she replied when Telemachus reproached her, 'that traitor Paris put on the form of Menelaus and so beguiled fair Helen my cousin. And well I know that the Immortals can wear what shape they will!'
Then Odysseus said to Telemachus: 'Son, your mother speaks wisely : for we have tokens that we twain know, secret from all others.'
Then Odysseus was bathed and clad in fair garments, and Penelope felt almost sure that he was indeed her husband. But still she doubted, and as a test she said:
'Noble sir, let us wait until tomorrow before we test one another further. But now I will command my maidens to bring forth the bed of Odysseus, whom you swear that you are — even his bridal bed and mine, which stands in the innermost chamber.'
Then Odysseus turned upon her, saying:
'This is a bitter word you speak! Who has been interferring with my bed? For there is no man living, however strong, who could lift it and bring it here. And I will tell you why: when I married you, and built on our chamber to the palace, there stood an olive tree as thick as a pillar; round this I built the room, and roofed it over, but the lower branches of the tree I lopped off, and used the tree, still growing, as one of the corner posts of the bed. Lady, here is a token for you! I say that the bed cannot be brought out to me, unless some man has cut away the stem of the olive tree.'
When she heard this, Penelope's last doubt was gone. She broke into weeping, and run up to him, cast her arms about his neck and kissed him, saying:
'Odysseus, my husband! None but you and I knew of the olive tree that is part of the bed in our secret bridal chamber. Now I know you indeed, and now I am truly happy once more!'
Then Odysseus held her in his arms; and in the happiness of that moment it seemed that all his toils and all his wanderings were but little things compared with so great and true a joy.
—¡Despierta, querida niña! —exclamó la vieja aya— ¡Despierta y mira el día por el que tanto rogaste! Porque Odiseo ha venido... ¡está aquí en su casa, y ha dado muerte a los orgullosos pretendientes que tanto te molestaban y devoraban toda su riqueza!
Pero Penélope no quería creer las buenas noticias, ni siquiera cuando entró en la sala y halló a Odiseo esperándola.
—He oído decir —respondió al reproche de Telémaco— que el traicionero Paris tomó la apariencia de Menelao y de esa manera sedujo a la hermosa Helena, mi prima. ¡Y sé muy bien que los Inmortales pueden adoptar la forma que deseen!
Entonces Odiseo dijo a Telémaco:
—Hijo, tu madre habla discretamente; porque hay señales que solo nosotros dos conocemos, secretas para los demás.
Entonces Odiseo hizo que le bañasen y vistiesen con hermosas prendas, y Penélope casi estuvo segura de que era en verdad su esposo. Pero aún dudaba, y a modo de prueba dijo:
—Noble señor, esperemos hasta mañana antes de seguir probándonos el uno al otro. Ahora, ordenaré a mis doncellas que traigan el lecho de Odiseo, quien tú juras ser... incluso su lecho nupcial y el mío, que se halla en el cuarto más íntimo.
Entonces Odiseo se abalanzó sobre ella, diciendo:
—¡Tus palabras son amargas! ¿Quién ha estado entrometiéndose en mi lecho? Porque no hay hombre vivo, por fuerte que sea, que pueda levantarlo y traerlo hasta aquí. Y te diré por qué: cuando me casé contigo, y añadí nuestro cuarto al palacio, había allí un olivo tan grueso como un pilar; a su alrededor construí la habitación, y le puse techo, pero corté la ramas más bajas, y utilicé el árbol, que seguía creciendo, como poste de una de las esquinas del lecho. ¡Señora, ahí tienes una señal! Digo que no pueden traerme ese lecho, a menos que algún hombre haya arrancado de raíz el olivo.
Al oír esto, la última duda de Penélope desapareció. Se echó a llorar, y corrió hasta él, le puso los brazos alrededor del cuello y le besó, diciendo:
—¡Odiseo, mi esposo! Nadie excepto tú y yo sabíamos del olivo que forma parte del lecho de nuestro cuarto nupcial secreto. ¡Ahora te conozco de verdad, y ahora soy realmente feliz de nuevo!
Entonces Odiseo la tomó en sus brazos; y en la felicidad de aquel instante parecía que todos sus trabajos y sus viajes no eran más que pequeñeces, comparadas con un gozo tan grande y verdadero.
ROGER LANCELYN GREENThe Tale of Troy
Traducción de Alan