Este es el inicio, y el último párrafo, de 'El héroe Gossi', una de las narraciones que aparecen en la recopilación de cuentos centroafricanos El Decamerón negro, de Leo Frobenius:
Gossi pasaba por ser el fulbe más valiente del mundo. Soportaba todos los dolores. No sentía las espinas que se le clavaban en los pies. Cuando alguien le llamaba, no contestaba nunca a la primera vez, porque volverse enseguida es señal, aunque leve, de miedo. No hacía caso de lo que pasaba detrás de él. Para llamarle la atención era preciso mirarle de frente.
Cuando fue varón, Gossi tuvo miedo tres veces. Pero nadie lo notó, salvo Dios y él.
Un día, a las seis de la tarde, cuando ya oscurecía, se rompió la cuerda del pozo, que se hallaba en las afueras de la ciudad. A esa cuerda estaba colgada una calabaza para sacar el agua. Las gentes no sabían cómo arreglárselas para tener agua aquella noche. En la oscuridad, nadie se atrevía a bajar al pozo, sabiendo que abajo se albergaba una peligrosa Kuango (especie de serpiente). Estaban, pues, todos reunidos alrededor del pozo sin saber qué hacer.
Gossi venía por el camino. Dijo: «¿Qué pasa?» Los hombres contestaron: «No tenemos agua en el pueblo. La cuerda se ha roto. La calabaza se ha caído al fondo. Tendremos que esperar hasta que sea de día. La noche es muy negra, y además abajo está la Kuango.» Gossi dijo entonces: «¡Qué tontería! Atadme la cuerda al cuello y bajadme. Yo subiré la calabaza.» Algunos dijeron: «¡Pero si es noche cerrada!» Otros dijeron: «¡Si abajo está la Kuango!» Pero Gossi dijo: «¡Qué tontería! ¡Bajadme!» Y entonces bajaron a Gossi por el oscuro agujero del pozo.
Abajo, la Kuango se había instalado cómodamente en la calabaza. Agarrándose al extremo de la cuerda, Gossi intentó echarla de allí. Pero no pudo conseguirlo. Entretanto, el ganado, sediento, se había reunido alrededor del pozo para beber. Un toro, jugando como juegan los animales, quiso saltar sobre una vaca. No viendo la boca del pozo por la oscuridad de la noche, el toro y la vaca se cayeron dentro. Pero no llegaron hasta el fondo, sino que permanecieron sujetos a las paredes, cerca de la boca, tapando ésta por completo. Así Gossi quedó totalmente preso. No podía tirar de la cuerda. Arriba estaban el toro y la vaca. Abajo, el agua y la serpiente. La noche era oscura. Los hombres gritaban espantados...
Los hombres decían: «Tenemos que abrir un boquete a un lado para facilitar a Gossi la salida.» Gossi oyó esto y exclamó: «No os toméis ese trabajo inútil, que no saldré. Dejadme aquí abajo hasta mañana temprano. Cuando sea de día podréis sacar la vaca y el toro, y entonces saldré yo. Ahora no salgo.» Los hombres dijeron: «Pues que Gossi lo quiere, hagamos lo que él ha dicho.»
A la mañana siguiente, volvieron al pozo y sacaron al toro y a la vaca. Luego gritaron: «¡Gossi!» Pero Gossi no contestaba nunca a la primera llamada. Volvieron a gritar: «¡Gossi!, ¿vives?» Gossi respondió: «Sí, estoy vivo. La cuerda se ha roto otra vez esta noche, y he caído al agua.» Los hombres ataron a la cuerda un cabo fuerte y se lo echaron a Gossi, diciéndole: «Átate la cuerda al cuerpo y te subiremos.» Gossi respondió: «No, no quiero que me subáis. Quiero morir aquí abajo. Me he caído al agua. He mancillado el agua de los fulbes. Me he puesto en ridículo ante las mujeres fulbes.»
En esto vinieron todas las mujeres junto al pozo, y dijeron a Gossi: «Gossi, sal. El pueblo no tiene más que un pozo. Si te mueres ahí dentro no podremos sacar más agua. Los hombres y los animales se morirán de sed. Tú eres el más valiente de todos. Tú has sido el único que se ha atrevido a bajar y has pasado ahí toda la noche con la terrible serpiente.» Entonces Gossi dejó que lo subieran, y dijo: «Por mí no han de morirse de sed los fulbes.» Cuando llegó a la superficie tiró al suelo la serpiente que había matado, aplastándola entre sus dedos.
Cuando la vaca y el toro cayeron al pozo, Gossi tuvo miedo por primera vez. Pero nadie lo notó, salvo él mismo y Dios.
[...]
Más adelante dijo el héroe Gossi: «Yo soy el más valiente de todos los fulbes y sólo tres hombres podrían sobrepujarme. Primero, el que bañándose en agua caliente tenga bastante paciencia para resistir las cosquillas sin rascarse. Segundo, el que teniendo en el dedo un padrastro, tire de él, dedo arriba, sin morderlo ni cortarlo. Tercero, el que saca agua por la noche para beber y luego bebe sin mirar lo que traga.»
LEO FROBENIUS
El Decamerón negro
(Der schwarze Dekameron: Belege und Aktenstücke
über Liebe, Witz und Heldentum in Innerafrika)
Traducción de J. R. Pérez Bances
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