24 junio 2007

ARTHUR MACHEN


Unos cinco minutos más tarde, dos caballeros, a quienes el ocio traía a explorar estos alrededores olvidados de Londres, entraron paseando por el camino sombreado que llegaba hasta la entrada. Habían divisado la casa abandonada desde la carretera y, al observar la grave desolación del lugar, se pusieron a moralizar en un estilo noble en que se advertía la clara influencia de Jeremy Taylor.

"Mire usted, Dyson" decía uno de ellos mientras se acercaban; "mire usted esas ventanas de la planta alta; se está poniendo el sol y aunque los vidrios están llenos de polvo

El viejo marco incendia el mirador".

"Phillips" respondió el mayor y (no hay más remedio que decirlo) el más solemne de los dos amigos, "me dejo ganar por la imaginación; imposible resistir a la influencia de lo fantástico. Aquí, donde todo se hunde en la oscuridad y el decaimiento, mientras caminamos a la sombra de los cedros y hasta el aire que nos entra en los pulmones parece gastado, no puedo mantenerme ecuánime. Veo ese resplandor profundo en las ventanas y la casa entera queda encantada; esa habitación, se lo digo yo, está llena por dentro de sangre y de fuego".

Los tres impostores
Traducción de Luis Loayza

Machen escribió estupendos cuentos de terror, como El gran dios Pan, El pueblo blanco, N o Los niños de la charca, muchos de ellos ambientados en su tierra natal de Gales. Algunas narraciones más largas, como ésta, o Un fragmento de vida, transurren en un Londres de los suburbios y fantástico.


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