14 diciembre 2009
09 diciembre 2009
OPERACIÓN WHISKY (FATHER GOOSE)
Love this movie. Genial guión, dos actores favoritos -Cary Grant y Trevor Howard-, Leslie Caron que está espléndida, and all the others. Aquí el inicio, con la canción Pass Me By de Cy Coleman, y una escena.
30 noviembre 2009
LA PEQUEÑA LADRONA
Su abuela con frecuencia la reprendía, y sus reproches -era fea, maliciosa- se le habían grabado en el alma.
En invierno la lluvia hizo un socavón en la calle. Pusieron unas vallas, y de noche se encendía una linterna roja.
Al volver del colegio, de repente se le ocurrió que aquella luz en la calle era su protectora, que si no la cogía y la llevaba a casa sería desgraciada siempre. La arrancó, se la metió entre las ropas y subió deprisa.
Cuando se desnudaba, a la luz de la linterna, descubrió una marca de nacimiento roja, entre los hombros, justo bajo la nuca.
En invierno la lluvia hizo un socavón en la calle. Pusieron unas vallas, y de noche se encendía una linterna roja.
Al volver del colegio, de repente se le ocurrió que aquella luz en la calle era su protectora, que si no la cogía y la llevaba a casa sería desgraciada siempre. La arrancó, se la metió entre las ropas y subió deprisa.
Cuando se desnudaba, a la luz de la linterna, descubrió una marca de nacimiento roja, entre los hombros, justo bajo la nuca.
Texto de Alan
Françoise Hardy
Read more...
Labels:
Notebook
18 noviembre 2009
FABIENNE DELSOL
BETWEEN YOU AND ME
01. Vilaines filles mauvais garçons
02. I'm Gonna Catch Me a Rat
03. Le roi des fourmis
04. Mr Mystery
05. Pas gentille
06. I'm Confessin'
07. Leave Her for Me
08. Come Along
09. Don't Throw Your Love Away
10. Loot
11. Bluebirds Over the Mountain
12. Just Like a Rose
13. Somewhere Between You and Me
14. That's the Way to Do It
Labels:
Música
08 noviembre 2009
LA GENTE DEL PANTANO
"Los muertos y los durmientes, cuánto se asemejan."
Gilgamesh
"Hay en las aguas del pantano un extraño poder que impide la putrefacción.
Se han encontrado cuerpos que deben haber yacido allá más de mil años,
y si bien algo menguados y oscurecidos, aparecen por lo demás inmutables."
Almanaque danés, 1837
Gilgamesh
"Hay en las aguas del pantano un extraño poder que impide la putrefacción.
Se han encontrado cuerpos que deben haber yacido allá más de mil años,
y si bien algo menguados y oscurecidos, aparecen por lo demás inmutables."
Almanaque danés, 1837
El hombre de Tollund (siglos V-IV a. C.), tal como apareció en 1952 en ese pantano de Jutlandia, conservado gracias a las propiedades químicas de la turba y la ausencia de oxígeno. Podemos ver cara a cara un hombre de la Edad de Hierro. En torno al cuello, la soga del sacrificio.
En The Bog People, el arqueólogo danés P. V. Glob narra la historia de estos hallazgos en Dinamarca y el norte de Europa, y cómo muchos de ellos están relacionados con ritos de fecundidad.
En las edades de Bronce y de Hierro, los pantanos se consideraban lugares sagrados, en los que numerosas ceremonias religiosas, de las que ahora encontramos huella, tuvieron lugar.
*
Durante siglos, se ha extraído turba de los pantanos daneses como combustible del hogar, que protegía contra el frío de invierno y calentaba la comida. Mientras ha sido así, han emergido de la turba gentes bien conservadas, de un tono marrón oscuro, para sorpresa, terror y desconcierto de los cortadores de turba. Creían que era el mal encarnado, el Diablo, lo que tenían delante; o bien recordaban historias de siniestros asesinatos sin resolver ocurridos en el distrito, o de personas que desaparecieron sin dejar huella. Difícilmente podían imaginar que muchos siglos separaban sus vidas de la persona muerta en el pantano.
*
El hombre de Tollund y muchos otros de los hombres del pantano, después de un breve tiempo como dios y esposo de la diosa -el tiempo de las fiestas de primavera y el recorrido de aldea en aldea- cumplían con la demanda final de su religión. Eran sacrificados y sumergidos en pantanos sagrados; con su muerte se consumaba el rito que aseguraba fortuna y fertilidad a la comunidad campesina para el año entrante. Al mismo tiempo, mediante este sacrificio, quedaban consagrados por siempre a Nerthus, diosa de la fertilidad, a la Madre Tierra, que en recompensa tan a menudo ha bendecido sus rostros, preservándolos a través de milenios.
Y una curiosa relación entre arqueología y leyenda. En uno de estos cuerpos, hallado el siglo XIX en el pantano de Juthe, cerca de la corte real de Jelling, al este de Jutlandia, vieron algunos el auténtico cadáver de la hermosa, astuta y malévola reina Gunhild, salvajemente asesinada por su prometido, el rey Harald, según las crónicas. Este es el poema Reina Gunhild, escrito en 1841 por Steensen Blicher:
Entonces
Entonces vestías de marta y cebellina
Te adornabas con joyas preciosas
Gemas y perlas en tu cabello dorado
Malignos pensamientos en tu mente.
Ahora
Ahora yaces desnuda, arrugada y horrible
Con una calavera vacía por cabeza
Más negra que la estaca de roble
Que te desposó al pantano.
Entonces vestías de marta y cebellina
Te adornabas con joyas preciosas
Gemas y perlas en tu cabello dorado
Malignos pensamientos en tu mente.
Ahora
Ahora yaces desnuda, arrugada y horrible
Con una calavera vacía por cabeza
Más negra que la estaca de roble
Que te desposó al pantano.
Textos: P. V. Glob, The Bog People
Traducción de Alan
Read more...
Traducción de Alan
04 noviembre 2009
FOTOGRAFÍAS AMERICANAS: EL CAMINO
Ilya Ilf y Yevgueni Petrov, autores de novela satírica Las doce sillas, un recorrido por la tierra de los soviets a la caza de una fortuna, y su continuación, El becerro de oro, se embarcaron en 1935 en un viaje que los llevó de la Unión Soviética a los Estados Unidos, como corresponsales del periódico Pravda. Une vez allí, atravesaron América en Ford, de Nueva York a California, y vuelta, a lo largo de diez semanas.
La narración de este otro viaje, y las instantáneas tomadas por Ilf con su cámara Leica, quedaron recogidas en una serie de artículos, Fotografías americanas, publicados en la revista Ogoniok. El último libro que escribieron juntos, La América de un solo piso, habla también de este viaje.
Cabinet Magazine recupera uno de los artículos de Fotografías americanas, 'El camino', que tiene todo el humor y la agudeza de sus autores. Aquí va un extracto.
Read more...Al quinto día de travesía por el océano Atlántico, vimos los gigantescos edificios de Nueva York. Ante nosotros estaba América. Pero cuando llevábamos una semana en Nueva York y, así nos parecía, empezábamos a comprender América, nos dijeron de modo totalmente inesperado que Nueva York no es América en absoluto. Nos dijeron que Nueva York es un puente entre Europa y América, y que nos hallábamos situados sobre el puente. Entonces nos fuimos a Washington, bien dispuestos a creer que la capital de los Estados Unidos es sin discusión América. Pasamos allí un día, y al atardecer ya nos habíamos enamorado de esta ciudad puramente americana. Sin embargo, esa misma tarde nos dijeron que Washington no era bajo ningún concepto América. Nos dijeron que esta era una ciudad de burócratas gubernamentales y que América era algo completamente distinto. Perplejos, viajamos a Hartford, una ciudad en el Estado de Connecticut, donde el gran escritor americano Mark Twain vivió sus años de madurez. Ante nuestro inmenso horror, los habitantes del lugar nos dijeron que Hartford tampoco era la genuina América. Unos afirmaban que la genuina América estaba en los Estados del sur, mientras que para otros se hallaba en los del oeste. Otros no decían nada, sólo apuntaban vagamente con el dedo en el espacio. Entonces resolvimos seguir un plan: viajaríamos a lo largo del país en automóvil, atravesándolo del Atlántico al Pacífico, y volviendo por una ruta distinta, a través del golfo de México, en la creencia de que sin duda en alguna parte hallaríamos América. Regresamos a Nueva York, adquirimos un Ford (el transporte en automóvil privado es el medio más económico de viajar por los Estados Unidos), lo aseguramos a él y a nosotros, y en una fría mañana de noviembre dejamos Nueva York por América. (...)
Un extranjero, que no domine la lengua inglesa, puede aventurarse en la carretera americana con espíritu tranquilo. No corre el riesgo de perderse. En estas carreteras le es posible incluso a un niño o a un sordomudo viajar por su cuenta.
Las carreteras están cuidadosamente numeradas. Los números aparecen con tal frecuencia en el camino que tomar una ruta equivocada es simplemente imposible.
A veces dos carreteras se juntan en una durante un trecho. Entonces dos números aparecen en el poste: el número de la carretera federal arriba, y el número de la carretera estatal debajo.
En ocasiones cinco, siete o hasta diez carreteras se juntan. Entonces la cantidad de números crece con el poste al que están unidos.
Hay muchas señales de todas clases en el camino. Están situadas cerca del suelo, a la derecha, de modo que siempre quedan bajo el campo de visión del conductor. Nunca son inciertas y no requieren ser descifradas. En América nunca te encuentras nada como un misterioso triángulo azul dentro de un cuadrado rojo, una señal con la que es posible devanarse los sesos durante horas tratando de averiguar qué significa. (...)
En la ciudad de San Antonio, Texas, cuelgan anuncios bajos los semáforos de cada cruce: "40 muertes por acidente de tráfico en San Antonio en 1935. ¡Conduzca con precaución!" A veces es posible descubrir un humor bastante más negro en inscripciones de esta clase. En el oeste, hallamos en el camino esta señal: "Conduzca con precaución. Cementerio a la vuelta de la curva."
A propósito, hablando de cementerios...
Aquí está la clase de cementerio que más a menudo se encuentra en América. Un cementerio de automóviles. (...)
Esta imagen (arriba) debería llamarse como sigue: "Hela aquí, ¡esta es America!"
Y en verdad, cuando uno cierra los ojos y trata de reavivar las imágenes de ese país donde ha pasado cuatro meses, no se imagina uno en Washington con sus jardines, columnas y vastas colecciones de monumentos, ni en Nueva York con sus rascacielos y sus ricos y pobres, ni en San Francisco con sus calles empinadas y sus puentes suspendidos, ni en las montañas, fábricas o cañones, sino en un cruce entre dos caminos como este, con una gasolinera contra un campo de alambres y de anuncios.Traducción de Alan
Labels:
Fotografía,
Libros,
Notebook
28 octubre 2009
SAN-BAO
Música de San-Bao para las películas El camino a casa (1999) y Ni uno menos (1998), de Zhang Yimou.
THE ROAD HOME
The Road Home
01. Cart
02. First Appearance
03. Deliver Lunch
04. Drawing Water
05. Falling in Love
06. Encounter
07. Lunch 1
08. Lunch 2
09. Leaving the Village
10. Broken Bowl
11. Time Goes By
12. Hallucination
13. Art Craft
14. Waiting for Him in the Snow
15. Tear Drops
16. Funeral
17. Memory
18. The Road Home
Not One Less
19. Diary
20. Carry Bricks
21. Go to the City
22. Poster
23. In the Morning
24. Combing the Streets
25. Interview
26. Not One Less
"Viajó hasta la remota aldea para convertirse en la nueva maestra. Era apenas mayor que sus alumnos y no tenía experiencia; sólo la fuerte voluntad de conseguirlo.
Pero cuando un muchacho se ve obligado a marcharse a la ciudad en busca de trabajo, ella lo arriesga todo para traerlo de vuelta a casa.
De Zhang Yimou, el aclamado y premiado director de La linterna roja y Jou Dou, llega la historia de una muchacha en un extraordinario viaje, que cambió su vida para siempre: Ni uno menos." Read more...
26 octubre 2009
UNA CENA
El barco donde faenaba Mario había zarpado el ocho de mayo, para un viaje de seis meses, con destino al Mar del Norte. El diez de mayo hizo escala en Liverpool, y Mario salió a pasar la noche en un hotel al que iba siempre, cerca del puerto, llamado Seven Hearts and Arrows.
Estaba fatigado por la travesía. Quería cenar y acostarse pronto. Tomó un baño, se cambió, y a las ocho bajó al restaurante.
Era una sala pequeña, alargada, con unas pocas mesas cubiertas de hule, y al fondo se abría un arco que daba directamente a la cocina. Había sido una antigua bodega. Las paredes, sin revestir, mostraban el ladrillo del muro, y su techo era abovedado. La única luz venía de dos faroles marinos, colgados a cada extremo, junto a la entrada y el arco.
Aún no había nadie. Se sentó en la primera mesa, y al rato salió de la cocina una camarera y se acercó a él.
Nunca la había visto allí. Tenía los mismos rasgos y el mismo gesto que su esposa, a la que había dejado dos días atrás en su casa, en Deva. Era en todo igual, salvo que llevaba el pelo más claro, levantado y recogido con un alfiler en forma de flecha de oro, y su cuerpo parecía más flexible y joven. Vestía una falda roja y una blusa blanca con la enseña del hotel bordada en rojo en el bolsillo.
Sonrió y le entregó el menú, y desapareció otra vez por el arco. Al poco volvió a salir. Mario pronunció algunas palabras, medio inglesas y españolas, y señaló algunos platos del menú.
Ella se quedó mirando un instante sus manos; luego, con la mano izquierda, anotó rápidamente el pedido.
–¿De bebida?
Al escucharla, apenas pudo contener la sorpresa.
Como no decía nada, ella le sugirió:
–Acaba de llegar un vino francés, Languedoc. ¿Desea probarlo? -y cuando él asintió, añadió sonriendo– Enseguida estarán sus platos.
Mario cenó pescado en salsa y pierna de cordero, todo de su gusto. Iba a pagar la cuenta, cuando ella volvió a salir y le rogó que aceptara un postre obsequio de la casa.
A la muchacha, con el ajetreo, se le había desabrochado un botón más de la blusa, y al inclinarse a dejar el plato, él reconoció la cadena que llevaba al cuello, y le invadió un profundo sentimiento de gratitud y ternura.
Entonces, cosa extraña, el broche cedió y la cadena cayó deslizándose como un hilo de oro sobre el hule. Pero ella terminó de volverse, como si no lo hubiese notado, y desapareció sin recogerla.
Al levantarse de la mesa, Mario tomó la cadena y la guardó. Cuando salió de su habitación, por la mañana, junto a la cadena llevaba una carta sin cerrar, que fue con él durante los seis meses de travesía. Esto ocurrió en el segundo año de su matrimonio.
Estaba fatigado por la travesía. Quería cenar y acostarse pronto. Tomó un baño, se cambió, y a las ocho bajó al restaurante.
Era una sala pequeña, alargada, con unas pocas mesas cubiertas de hule, y al fondo se abría un arco que daba directamente a la cocina. Había sido una antigua bodega. Las paredes, sin revestir, mostraban el ladrillo del muro, y su techo era abovedado. La única luz venía de dos faroles marinos, colgados a cada extremo, junto a la entrada y el arco.
Aún no había nadie. Se sentó en la primera mesa, y al rato salió de la cocina una camarera y se acercó a él.
Nunca la había visto allí. Tenía los mismos rasgos y el mismo gesto que su esposa, a la que había dejado dos días atrás en su casa, en Deva. Era en todo igual, salvo que llevaba el pelo más claro, levantado y recogido con un alfiler en forma de flecha de oro, y su cuerpo parecía más flexible y joven. Vestía una falda roja y una blusa blanca con la enseña del hotel bordada en rojo en el bolsillo.
Sonrió y le entregó el menú, y desapareció otra vez por el arco. Al poco volvió a salir. Mario pronunció algunas palabras, medio inglesas y españolas, y señaló algunos platos del menú.
Ella se quedó mirando un instante sus manos; luego, con la mano izquierda, anotó rápidamente el pedido.
–¿De bebida?
Al escucharla, apenas pudo contener la sorpresa.
Como no decía nada, ella le sugirió:
–Acaba de llegar un vino francés, Languedoc. ¿Desea probarlo? -y cuando él asintió, añadió sonriendo– Enseguida estarán sus platos.
Mario cenó pescado en salsa y pierna de cordero, todo de su gusto. Iba a pagar la cuenta, cuando ella volvió a salir y le rogó que aceptara un postre obsequio de la casa.
A la muchacha, con el ajetreo, se le había desabrochado un botón más de la blusa, y al inclinarse a dejar el plato, él reconoció la cadena que llevaba al cuello, y le invadió un profundo sentimiento de gratitud y ternura.
Entonces, cosa extraña, el broche cedió y la cadena cayó deslizándose como un hilo de oro sobre el hule. Pero ella terminó de volverse, como si no lo hubiese notado, y desapareció sin recogerla.
Al levantarse de la mesa, Mario tomó la cadena y la guardó. Cuando salió de su habitación, por la mañana, junto a la cadena llevaba una carta sin cerrar, que fue con él durante los seis meses de travesía. Esto ocurrió en el segundo año de su matrimonio.
Texto de Alan
Read more...
24 octubre 2009
CASPAR DAVID FRIEDRICH
Algunas obras de la exposición Caspar David Friedrich: arte de dibujar
Ruinas del monasterio de Eldena, Vista general de una construcción ovalada, Árbol seco,
Roquedo, El Molino Real en el llano de Plauen, En el Ryk en Greifswald.
Labels:
Arte
23 octubre 2009
CHARLOTTE ET VÉRONIQUE
Cortometraje de Jean-Luc Godard (1959), guión de Eric Rohmer. Hay tres cortos más de esta serie: Présentation ou Charlotte et son steak (1951), Véronique et son cancre (1958), dirigidos por Rohmer, y Charlotte et son Jules (1960), de Godard.
22 octubre 2009
FRANTIŠEK KUPKA
Showgirl in Yellow Costume
The Book Lover
Desnudo tendido, Gabrielle
Dancer and Hoop
The Yellow Scale
Autour d'un point
Labels:
Arte
20 octubre 2009
ESPUMA DE AFEITAR Y GORILA
La había invitado a cenar esa noche en su casa, y ante su sorpresa ella aceptó. Pero aún no sabía qué hacer con el Comisionado, y era improbable que ella se retrasase. Vivía en el piso de arriba, desde hacía unas semanas.
Terminó de afeitarse. A través de la puerta abierta, miró al pequeño gorila, buscando en él un gesto de aprobación. El Comisionado estaba repantigado en su butaca, en mitad de la sala. No hizo ninguna mueca. Siguió inmóvil. Cualquiera hubiese dicho que esa era su expresión habitual. Aunque el Comisionado nunca la había visto, conocía su andar, su olor y su dulce acento extranjero tan bien como él, y a su modo la consideraba una intrusa. Cada vez que la sentía subir o bajar la escalera, emitía un gruñido poco esperanzador.
Se puso la camisa. Los ojos saltones del Comisionado parpadearon, se entrecerraron muy despacio y volvieron a abrirse, como por un resorte. En una comisura asomó una lágrima. Bostezó. Era evidente que los calmantes empezaban a hacerle efecto y que luchaba por no quedarse dormido.
–¿No es un poco pronto? ¿Quieres ir ya a la habitación?
El Comisionado negó con la cabeza, y acto seguido se quedó amodorrado.
Él sonrió, pero la casa era muy pequeña. No había manera de esconderlo.
Salió del lavabo, llevando el bote de afeitar, y cubrió de espuma el rostro del pequeño gorila. Luego extendió una sábana alrededor de la butaca, a la altura de los hombros. Solo se le veía la cabeza. Parecía un enjuto anciano que se hubiese quedado dormido, con el rostro embadurnado, a punto de afeitarse.
Entonces llamaron a la puerta.
Metió apresuradamente la butaca en el cuarto de baño y corrió a abrir.
Allí estaba ella, encantadora y misteriosa.
–Dé un paso, y entrará en el salón.
–Lo sé –rió ella, con su dulce acento extranjero–. Mi piso es igual que este... solo que al revés. Ahí queda mi alcoba –dijo, señalando el lavabo–, tras una cortina. Y enfrente, donde tiene usted esa cortina, está la puerta del lavabo. ¿Usted también vive solo?
Él asintió con la cabeza, sirvió unas bebidas y poco después fue a ver el asado. La cocina estaba en un rincón, junto a la ventana. Desde allí, la oyó levantarse y andar con su paso familiar. Luego se abrió una puerta.
–Disculpe, creí que no había nadie.
La puerta volvió a cerrarse. Un segundo después, ella estaba frente a él.
–¿No me ha dicho que vivía solo?
–Es el Comisionado... perdóneme, lo olvidé.
–¿Y qué hace cubierto de espuma? Parece que se ha dormido.
–Apenas puede valerse. Viene cada viernes, a que lo afeite. Será solo un momento...
–En ese caso, déjeme mientras usted termina aquí...
Antes que él pudiera decir nada, ya estaba ella en el cuarto de baño, encerrada con el Comisionado.
Las manos le temblaban al sacar la bandeja del horno. Dentro no se oía nada. No la vio salir, dando gritos. Trinchó el asado... ¿sería posible que estuviese afeitándole? Se acercó, pegó el oído a la puerta y escuchó el silbido de la cuchilla al rasurar.
Luego se hizo el silencio. Oyó correr el agua del grifo. Se retiró de la puerta cuando ella la abría. Al fondo vio al Comisionado –no podía ser otro–, inmóvil, irreconocible. En el mentón pelado le brotaban dos pequeños cortes de sangre. Y frente a él estaba ella, que le miraba con ojos intrépidos.
–Servido. Ni siquiera se ha despertado. ¡Cómo me recordó a...! Los rasgos simiescos, esa pinta vetusta...
Luego, con una sonrisa, dijo:
–Entonces, ¿cenamos?
Terminó de afeitarse. A través de la puerta abierta, miró al pequeño gorila, buscando en él un gesto de aprobación. El Comisionado estaba repantigado en su butaca, en mitad de la sala. No hizo ninguna mueca. Siguió inmóvil. Cualquiera hubiese dicho que esa era su expresión habitual. Aunque el Comisionado nunca la había visto, conocía su andar, su olor y su dulce acento extranjero tan bien como él, y a su modo la consideraba una intrusa. Cada vez que la sentía subir o bajar la escalera, emitía un gruñido poco esperanzador.
Se puso la camisa. Los ojos saltones del Comisionado parpadearon, se entrecerraron muy despacio y volvieron a abrirse, como por un resorte. En una comisura asomó una lágrima. Bostezó. Era evidente que los calmantes empezaban a hacerle efecto y que luchaba por no quedarse dormido.
–¿No es un poco pronto? ¿Quieres ir ya a la habitación?
El Comisionado negó con la cabeza, y acto seguido se quedó amodorrado.
Él sonrió, pero la casa era muy pequeña. No había manera de esconderlo.
Salió del lavabo, llevando el bote de afeitar, y cubrió de espuma el rostro del pequeño gorila. Luego extendió una sábana alrededor de la butaca, a la altura de los hombros. Solo se le veía la cabeza. Parecía un enjuto anciano que se hubiese quedado dormido, con el rostro embadurnado, a punto de afeitarse.
Entonces llamaron a la puerta.
Metió apresuradamente la butaca en el cuarto de baño y corrió a abrir.
Allí estaba ella, encantadora y misteriosa.
–Dé un paso, y entrará en el salón.
–Lo sé –rió ella, con su dulce acento extranjero–. Mi piso es igual que este... solo que al revés. Ahí queda mi alcoba –dijo, señalando el lavabo–, tras una cortina. Y enfrente, donde tiene usted esa cortina, está la puerta del lavabo. ¿Usted también vive solo?
Él asintió con la cabeza, sirvió unas bebidas y poco después fue a ver el asado. La cocina estaba en un rincón, junto a la ventana. Desde allí, la oyó levantarse y andar con su paso familiar. Luego se abrió una puerta.
–Disculpe, creí que no había nadie.
La puerta volvió a cerrarse. Un segundo después, ella estaba frente a él.
–¿No me ha dicho que vivía solo?
–Es el Comisionado... perdóneme, lo olvidé.
–¿Y qué hace cubierto de espuma? Parece que se ha dormido.
–Apenas puede valerse. Viene cada viernes, a que lo afeite. Será solo un momento...
–En ese caso, déjeme mientras usted termina aquí...
Antes que él pudiera decir nada, ya estaba ella en el cuarto de baño, encerrada con el Comisionado.
Las manos le temblaban al sacar la bandeja del horno. Dentro no se oía nada. No la vio salir, dando gritos. Trinchó el asado... ¿sería posible que estuviese afeitándole? Se acercó, pegó el oído a la puerta y escuchó el silbido de la cuchilla al rasurar.
Luego se hizo el silencio. Oyó correr el agua del grifo. Se retiró de la puerta cuando ella la abría. Al fondo vio al Comisionado –no podía ser otro–, inmóvil, irreconocible. En el mentón pelado le brotaban dos pequeños cortes de sangre. Y frente a él estaba ella, que le miraba con ojos intrépidos.
–Servido. Ni siquiera se ha despertado. ¡Cómo me recordó a...! Los rasgos simiescos, esa pinta vetusta...
Luego, con una sonrisa, dijo:
–Entonces, ¿cenamos?
Texto de Alan
Read more...
16 octubre 2009
JEAN FRANÇAIX
LE ROI NU · LES DEMOISELLES DE LA NUIT
Le roi nu
01. Scene 1 Fanfare
02. The dance of the three tailors in the square before the palace …
03. The king orders them to desist
04. Scene 2 The wondrous fabric is explained to the court …
05. The fabric is brought out …
06. General admiration
07. Scene 3 The queen dances with her lover …
08. The king is heard approaching …
09. Interlude for the king …
10. The garment is put on … Interlude for the queen
11. Scene 4 A ball in the throne room … ‘But the king is naked!’ …
12. Panic
Les demoiselles de la nuit
13. Scene 1 Nocturne
14. Dance of the servant cats and the young man …
15. Entrance of the female kittens …
16. Pursuit of the mouse …
17. Entrance of Agathe, the coquettish white kitten …
18. Entrance of the lady cats … Battle …
19. Entrance of Madame, the leading female cat …
20. Entrance of Baron de Grotius, the alpha male …
21. General procession … the marriage …
22. Nocturne
23. Scene 2 Dance of the bill …
24. Agathe and the young man …
25. Agathe kills a caged bird …
26. Pas de deux … to bed
27. The Baron and his entourage summon Agathe …
28. The company dances on the rooftops
Labels:
Música
14 octubre 2009
HEITOR VILLA-LOBOS
MUSIC FOR FLUTE
01. Quinteto em forma de chôros
for flute, oboe, cor anglais, clarinet and bassoon
02. Modinha
for flute and guitar
Bachianas Brasileiras No 6
for flute and bassoon
03. Aria (Chôro) Largo
04. Fantasia Allegro
05. Distribuição de flôres
for flute and guitar
Assobio a jato
for flute and cello
06. Allegro non troppo
07. Adagio
08. Vivo
09. Chôros No 2
for flute and clarinet
10. Canção do amor
for flute and guitar
Trio
for oboe, clarinet and bassoon
11. Animé
12. Languisamente
13. Vivo
Labels:
Música
12 octubre 2009
NUEVAS SALAS DEL PRADO
Raimundo de Madrazo
La modelo Aline Masson
Eduardo Rosales
Desnudo femenino o Al salir del baño
Mariano Fortuny
Los hijos del pintor en el salón japonés
Martín Rico
La Torre de las Damas en la Alhambra
Imágenes: Museo del Prado
Labels:
Arte
24 septiembre 2009
LAURA CANTRELL
THE HELLO RECORDINGS
01. Cellar Door
02. Roll Truck Roll
03. No Place for Me
04. The Curse of Hook Mountain
05. Lee Harvey Was a Friend of Mine
Labels:
Música
18 septiembre 2009
SAGARMAT
El rojo Destrasse le miraba con indiferencia. No había llegado la época de Tartarín, y las montañas eran jóvenes.
Braulio estaba de escribiente en la casa O Moderno Prometeo, de Lisboa, que una vez al mes sacaba un folleto de viajes para las lavanderas de Portugal. Cuando los redactores veteranos, que nunca habían ido más allá de Extremadura, expusieron en el café la extravagancia y la inutilidad de aquella expedición, había resuelto arriesgarse a la aventura como un medio de ascender en la empresa.
Desde el bosque en el valle, el rojo Destrasse parecía un pedrusco volcánico, anfractuoso, de color marrón, dejado por capricho en medio de la selva, entre el verde y el blanco Destrasse, sus pequeños vástagos, a quienes protegía y guardaba. Quizá una vez en su cumbre, un poco roma, se extendiera una amplia meseta, o se abriese el cráter de un volcán extinguido, con un lago de aguas pardas y limpias en el fondo...
–Da vértigo mirarla desde aquí, ¿no le parece?
Braulio se giró y vio a una muchacha morena, de ojos rasgados. No la había oído acercarse. La saludó en su idioma y ella respondió:
–En el pueblo se preguntan qué busca usted allá arriba.
–¿Y qué creen que busco?
–Nada. Por algo, dicen ellos, es usted una nuez.
Braulio pensó que no entendía el dialecto de la muchacha.
–¿Cómo ha dicho... una nuez?
–Sí. Una nuez; un extranjero. El primero que llegó (de eso hace mucho, y la montaña estaba ahí, como ahora) no había visto una nuez. Dijo que parecía una pequeña montaña, la montaña de una niña, con sus ríos y desfiladeros. Imagine cuando cachó la cáscara y apareció la nuez. Dicen que las nueces tienen forma de seso.
–¿Y usted qué piensa –preguntó Braulio– que he venido a hacer aquí?
Pero ella sonrió, reemprendió ágilmente su camino y le dejó sin más. Probablemente, aquella muchacha había pasado toda su vida a los pies de la montaña, corriendo de la falda hasta el valle y otra vez de vuelta, sin importarle asomarse arriba.
Braulio agitó su stick contra el suelo, se echó a la espalda el morral, donde guardaba unas mantas y unos bocadillos, se calzó unas gruesas botas de lana –un artículo venido de China, cuya eficacia debía probar– y comenzó la ascensión, pegado a la falda de la montaña, como una hormiga atareada, con los rayos oblicuos del sol a su espalda.
Iba satisfecho y agotado, cuando la oscuridad cayó de repente y se formó una ventisca. Alcanzó a distinguir una abertura oscura, que podía ser una cueva, y hacia allá se encaminó buscando refugio. Pero, cosa extraña, le parecía que llevaba horas bajo la tempestad, dando vueltas como una peonza, y no veía aparecer la cueva. Al cabo reconoció que estaba completamente perdido. Entonces apoyó el stick contra su cadera y el extremo opuesto no tocó fondo. Recobró el equilibrio y se pegó a la roca de la montaña, como un niño asustado. Durante la ascensión a ciegas, pensó, el desfiladero había ido estrechándose. Probablemente, ahora el vacío se abría a un palmo de él. Y Dios sabe hasta dónde había ascendido en aquellas horas. Resolvió que lo más sensato era detenerse y no mover un dedo hasta que despejara. Pero el viento iba arrastrándole. Tiró como pudo de las mantas, se tumbó y se arrebujó, agarrándose bien a la roca, igual que un percebe.
Aún era de noche cuando la montaña, tan pronto como lo había hecho antes, cambió de humor. La tormenta se fue y quedó un cielo despejado, sin luna y lleno de estrellas, y un aire transparente, denso, que daba gusto respirar. Braulio se asomó con precaución al borde. Cruzó una ráfaga; distinguió unos puntos blancos que se movían dejando ver una mancha verde. ¿Sería posible que el aire agitaba la nieve, y aquella mancha diminuta era el bosque en el valle? Se estremeció y al instante, por fortuna, cayó rendido de fatiga.
Le despertó el sol, que ya descendía, y un ruido de ovejas, y una voz conocida que gritaba:
–¿Ya llegó usted aquí? Le he estado esperando.
¡Había otro ser en aquellas altitudes! Y parecía la voz de la muchacha morena. Braulio abrió los ojos y se vio en el interior de una piedra cóncava, alargada. Se irguió; qué gusto poner el pie en la tierra humeante. Un poco más arriba se veía una cabaña, y cerca estaba la muchacha con sus ovejas. Apenas había avanzado unos metros en todo el día. Seguía en la falda de la montaña.
La muchacha le llevó dentro, encendió lumbre y puso a calentar una pierna de cordero.
–¿Sabe usted? –le dijo, mientras sonreía y le alargaba una jarra– Deseo que esta nueva costumbre del montañismo se extienda. Todos tendrán que cruzar por mi casa, si quieren llegar allá arriba.
–¿Y no le da miedo vivir aquí sola?
–Bajo al pueblo cuando quiero, está a un tiro de piedra... aunque a usted le llevó un día de camino. Y lo que hay por encima no me asusta. Sabemos qué es.
–Ah, ¿lo saben?
–Pues claro, siempre lo hemos sabido. Allá está el fuego de la pequeña... de Sagarmat, la hija pequeña del Cielo, el fuego que olvidó apagar cuando descendió al valle. Un día tendrá que subir y apagarlo y volver a casa, antes que nadie lo advierta, si no quiere que la castiguen. Pero allá arriba las noches son muy largas. Aún no se han despertado. Y mientras, el fuego tiene a la montaña caliente.
Braulio la escuchaba con los ojos abiertos. Acertó a captar el interés de la muchacha.
–Y usted, ¿qué prefiere –dijo ella–, el fuego, o pasar otra noche a la intemperie?
Braulio estaba de escribiente en la casa O Moderno Prometeo, de Lisboa, que una vez al mes sacaba un folleto de viajes para las lavanderas de Portugal. Cuando los redactores veteranos, que nunca habían ido más allá de Extremadura, expusieron en el café la extravagancia y la inutilidad de aquella expedición, había resuelto arriesgarse a la aventura como un medio de ascender en la empresa.
Desde el bosque en el valle, el rojo Destrasse parecía un pedrusco volcánico, anfractuoso, de color marrón, dejado por capricho en medio de la selva, entre el verde y el blanco Destrasse, sus pequeños vástagos, a quienes protegía y guardaba. Quizá una vez en su cumbre, un poco roma, se extendiera una amplia meseta, o se abriese el cráter de un volcán extinguido, con un lago de aguas pardas y limpias en el fondo...
–Da vértigo mirarla desde aquí, ¿no le parece?
Braulio se giró y vio a una muchacha morena, de ojos rasgados. No la había oído acercarse. La saludó en su idioma y ella respondió:
–En el pueblo se preguntan qué busca usted allá arriba.
–¿Y qué creen que busco?
–Nada. Por algo, dicen ellos, es usted una nuez.
Braulio pensó que no entendía el dialecto de la muchacha.
–¿Cómo ha dicho... una nuez?
–Sí. Una nuez; un extranjero. El primero que llegó (de eso hace mucho, y la montaña estaba ahí, como ahora) no había visto una nuez. Dijo que parecía una pequeña montaña, la montaña de una niña, con sus ríos y desfiladeros. Imagine cuando cachó la cáscara y apareció la nuez. Dicen que las nueces tienen forma de seso.
–¿Y usted qué piensa –preguntó Braulio– que he venido a hacer aquí?
Pero ella sonrió, reemprendió ágilmente su camino y le dejó sin más. Probablemente, aquella muchacha había pasado toda su vida a los pies de la montaña, corriendo de la falda hasta el valle y otra vez de vuelta, sin importarle asomarse arriba.
Braulio agitó su stick contra el suelo, se echó a la espalda el morral, donde guardaba unas mantas y unos bocadillos, se calzó unas gruesas botas de lana –un artículo venido de China, cuya eficacia debía probar– y comenzó la ascensión, pegado a la falda de la montaña, como una hormiga atareada, con los rayos oblicuos del sol a su espalda.
Iba satisfecho y agotado, cuando la oscuridad cayó de repente y se formó una ventisca. Alcanzó a distinguir una abertura oscura, que podía ser una cueva, y hacia allá se encaminó buscando refugio. Pero, cosa extraña, le parecía que llevaba horas bajo la tempestad, dando vueltas como una peonza, y no veía aparecer la cueva. Al cabo reconoció que estaba completamente perdido. Entonces apoyó el stick contra su cadera y el extremo opuesto no tocó fondo. Recobró el equilibrio y se pegó a la roca de la montaña, como un niño asustado. Durante la ascensión a ciegas, pensó, el desfiladero había ido estrechándose. Probablemente, ahora el vacío se abría a un palmo de él. Y Dios sabe hasta dónde había ascendido en aquellas horas. Resolvió que lo más sensato era detenerse y no mover un dedo hasta que despejara. Pero el viento iba arrastrándole. Tiró como pudo de las mantas, se tumbó y se arrebujó, agarrándose bien a la roca, igual que un percebe.
Aún era de noche cuando la montaña, tan pronto como lo había hecho antes, cambió de humor. La tormenta se fue y quedó un cielo despejado, sin luna y lleno de estrellas, y un aire transparente, denso, que daba gusto respirar. Braulio se asomó con precaución al borde. Cruzó una ráfaga; distinguió unos puntos blancos que se movían dejando ver una mancha verde. ¿Sería posible que el aire agitaba la nieve, y aquella mancha diminuta era el bosque en el valle? Se estremeció y al instante, por fortuna, cayó rendido de fatiga.
Le despertó el sol, que ya descendía, y un ruido de ovejas, y una voz conocida que gritaba:
–¿Ya llegó usted aquí? Le he estado esperando.
¡Había otro ser en aquellas altitudes! Y parecía la voz de la muchacha morena. Braulio abrió los ojos y se vio en el interior de una piedra cóncava, alargada. Se irguió; qué gusto poner el pie en la tierra humeante. Un poco más arriba se veía una cabaña, y cerca estaba la muchacha con sus ovejas. Apenas había avanzado unos metros en todo el día. Seguía en la falda de la montaña.
La muchacha le llevó dentro, encendió lumbre y puso a calentar una pierna de cordero.
–¿Sabe usted? –le dijo, mientras sonreía y le alargaba una jarra– Deseo que esta nueva costumbre del montañismo se extienda. Todos tendrán que cruzar por mi casa, si quieren llegar allá arriba.
–¿Y no le da miedo vivir aquí sola?
–Bajo al pueblo cuando quiero, está a un tiro de piedra... aunque a usted le llevó un día de camino. Y lo que hay por encima no me asusta. Sabemos qué es.
–Ah, ¿lo saben?
–Pues claro, siempre lo hemos sabido. Allá está el fuego de la pequeña... de Sagarmat, la hija pequeña del Cielo, el fuego que olvidó apagar cuando descendió al valle. Un día tendrá que subir y apagarlo y volver a casa, antes que nadie lo advierta, si no quiere que la castiguen. Pero allá arriba las noches son muy largas. Aún no se han despertado. Y mientras, el fuego tiene a la montaña caliente.
Braulio la escuchaba con los ojos abiertos. Acertó a captar el interés de la muchacha.
–Y usted, ¿qué prefiere –dijo ella–, el fuego, o pasar otra noche a la intemperie?
Texto de Alan
Read more...
30 agosto 2009
BOHUSLAV MARTINŮ
LA REVUE DE CUISINE · NONET · THREE MADRIGALS
AND OTHER CHAMBER MUSIC
cd 1
Five Madrigal Stanzas
for violin and piano
01. Moderato
02. Poco allegretto
03. Andante moderato
04. Scherzando, poco allegro
05. Poco allegro
Four Madrigals
for oboe, clarinet and bassoon
06. Allegro moderato
07. Lento
08. Poco allegretto – Trio: Allegro
09. Poco allegro
Three Madrigals
for violin and viola
10. Poco allegro – Poco vivo
11. Poco andante – Andante moderato
12. Allegro – Moderato – Tempo 1 – Allegro
Madrigal Sonata
for flute, violin and piano
13. Poco allegro
14. Moderato – Allegro – Tempo 1 – Allegro
cd 2
Nonet
for flute, oboe, clarinet, horn, bassoon, violin, viola,
cello and double bass
01. Poco allegro
02. Andante
03. Allegretto
Trio in F
for flute, cello and piano
04. Poco allegretto
05. Adagio
06. Andante – Allegretto scherzando
Sonatina
for two violins and piano
07. Allegro
08. Andante
09. Allegretto
10. Poco allegro
La Revue de Cuisine
for clarinet, bassoon, trumpet, violin, cello and piano
11. Prologue: Allegretto (Marche)
12. Tango (Lento)
13. Charleston (Poco a poco allegro)
14. Finale: Tempo di marcia
Labels:
Música
04 julio 2009
FRANÇOISE HARDY
ALL OVER THE WORLD
01. Find Me a Boy
02. L'età dell'amore
03. Il tuo migliore amico
04. Die Liebe Geht
05. Il saluto del mattino
06. Ich Hab das Glück
07. Catch a Falling Star
08. Wenn Dieses Lied Erklingt
09. However Much
10. Parlami di te
11. Only You Can Do It
12. La tua mano
13. The Rose
14. Say It Now
15. Wer du Bist
16. All Over the World
17. This Little Heart
18. Ci sono cose più grandi
19. Autumn Rendez-Vous
20. Gli altri
10 junio 2009
LENNOX BERKELEY
A CENTENARY TRIBUTE
Sonatina, Op 39
for piano duet
01. Allegro moderato
02. Andante
03. Allegro
Diversions, Op 63
for oboe, clarinet, bassoon, horn, violin, viola, cello and piano
04. Adagio – Allegro
05. Vivace
06. Lento
07. Allegro
Sextet, Op 47
for clarinet, horn and string quartet
08. Allegro moderato
09. Lento
10. Allegro
Quartet, Op 70
for oboe and string trio
11. Moderato – Allegro
12. Presto
13. Andante
14. Palm Court Waltz, Op 81 No 2
for piano duet
Labels:
Música
29 abril 2009
MISS MARY
READY 2 POP
01. The One
02. My Friend
03. The Girl Song
04. I Don't Mind (If You Stay Over)
05. Ordinary, All the Same
06. The Rain
07. I'm Waiting
08. Silly Boy, Don't Be So Sad
09. Dreaming of You
10. The One [Demo]
11. The Girl Song [Demo]
12. [Untitled Track]
"The Girl Song"
(demo)
by Miss Mary
in
The Prince's Escape
A Garrett Caples
& Anna Naruta film
28 abril 2009
MISS MARY
HEY BLUE!
01. That's How I Feel
02. The Date
03. Hey Blue!
04. Can't Stop
05. Gimme, Gimme
06. Summer Days
07. Secret Boy
08. My Baby Cried All Night Long
09. The Cutest Boy
Labels:
Música
21 abril 2009
THE OSCILLATORS
INCOG-NEAT-O!
01. No Way
02. Gimme, Gimme
03. Be Mine Now
04. Don't Look Back
05. Incog-Neat-O!
06. Girls Don't Like Her ('Cause Boys Do)
07. Something Like You
08. A Day at the Races
09. I Can't Wait Til Friday Comes
10. Cara-Lin
11. Revenge on Sandy
12. Out of Control
13. Doug Buggy
Labels:
Música
26 febrero 2009
MARIANNE FAITHFULL
LIVE AT THE BBC
01. Can't You Hear My Heartbeat
02. Interview / Come and Stay with Me
03. In My Time of Sorrow
Recorded for 'Saturday Club' 13th May 1965
04. Go Away from My World
05. The Sha La La Song
06. Interview / This Little Bird
Recorded for 'Saturday Club' 5th June 1965
07. Go Away from My World
08. Paris Bells
09. Interview / Summer Nights
Recorded for 'Saturday Club' 24th July 1965
10. Interview / Lullaby
11. The Last Thing on My Mind
12. Yesterday
Recorded for 'Saturday Club' 18th December 1965
13. As Tears Go By
14. Cockleshells
15. Interview / Tomorrow's Calling
Recorded for 'Saturday Club' 31st May 1966
Labels:
Música
25 febrero 2009
GERMAINE TAILLEFERRE
CHAMBER MUSIC · PIANO MUSIC
cd 1
PIANO MUSIC
01. Impromptu
02. Romance
03. Pas trop vite
04. Pastorale in D major
05. Hommage à Debussy
06. Très vite
07. Pastorale in A flat major
08. Sicilienne
09. Pastorale in C major
Fleurs de France
10. Jasmin de Provence (sur: Rentrant en ma Provence)
11. Coquelicot de Guyenne (sur: Boiteuse)
12. Rose d'Anjou (sur: L'autre jour en me promenant)
13. Tournesol du Languedoc (sur: Dis-moi, Jeanette)
14. Anthémise de Roussilion (sur: À la grande ferme)
15. Lavandin de Haute-Provence
16. Volubilis du Béarn (sur: Oh! quelle grande peine)
17. Bleuet de Picardie (sur: En revenant de noces)
18. Chiens
19. Pastorale Inca
20. Au pavillon d’Alsace
21. Bretagne
22. Larghetto
23. Valse lente
24. Fugue du parapluie
Partita pour piano
25. Perpetuum Mobile
26. Notturno
27. Allegramente
cd 2
CHAMBER MUSIC
Trio pour piano, violon et violoncelle
01. Allegro animato
02. Allegro vivace
03. Moderato
04. Très animé
05. Berceuse pour violon et piano
Sonate No. 1 pour violon et piano
06. Modéré sans lenteur
07. Scherzo
08. Assez lent
09. Final: Très vite
10. Adagio pour violon et piano
11. Pastorale pour violon et piano
Sonate No. 2 pour violon et piano
12. Allegro non troppo
13. Adagietto
14. Final: Allegro
Sonatine pour violon et piano
15. Moderato
16. Andantino
17. Allegro, gaiement
Labels:
Música
Suscribirse a:
Entradas (Atom)