23 diciembre 2023

THE ACTRESS
AND THE BEST BOY

Verás: cuando Kate Hepburn
tenía veinte años,
mi padre trabajaba
en la Metro
Goldwyn Mayer Productions.

Montaba y desmontaba
gigantes decorados,
sabía arreglar todo,
la entrada
estaba a su cuidado.

Con él vivía entonces.
Solíamos bañarnos
en una gran piscina,
de noche,
el tiempo del verano.

Un día llegó Katharine,
vestida de muchacho,
los pómulos salientes,
y suaves,
de negro hollín manchados.

Me dijo: "Ve corriendo
al 'Seven Hearts and Arrows',
y dile al señor Tracy
que Hepburn
le invita a un helado".

Volví con él. La mira
sonriéndose, silbando
canciones marineras,
antiguas,
en un idioma extraño.

La piel llena de pecas
bajo un vestido claro,
el pelo rojo suelto,
ya no era
aquel sucio muchacho.

Se inclina al fin, le coge
sonriente de las manos.
Y cae sobre los hombros,
sin orden,
su pelo rojo, largo.

Entonces vi aquel rostro
que siempre estoy mirando.
Su gesto es el más dulce
de todos,
su trazo el más arqueado.

Fue hermoso. Lo recuerdo.
De veras, fue extraño.
Su cuerpo parecía,
a un tiempo.
enérgico y delgado.

El vuelo de la falda,
los pasos cortos, rápidos,
la voz aguda, alegre,
la gracia
secreta de sus rasgos.

Se fueron los dos juntos.
Y lento fue pasando
el tiempo más hermoso
del mundo,
el que es atrás dejado.

Recuerdo muchas veces
la costa oeste, cuando
ella era sólo joven
y alegre,
y yo sólo un muchacho.

Y pienso que algún día
volvemos a encontrarnos,
quizá al cruzar la Quinta
Avenida,
quizá en la plaza Washington.

Aún cae sobre la espalda
su pelo rojo, largo.
Y brilla aún en sus ojos
la gracia
del rostro íntimo, extraño.

Se acerca a mí, me dice
con un saludo rápido:
"¿Buscaste el señor Tracy?
¿Le viste?
¿Por qué has tardado tanto?"


Texto de Alan

Katharine Hepburn

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