10 marzo 2019

MÁS MALETINES
CRÓNICA

La carretera estaba desierta. Se iluminaba al paso de algún automóvil, y se desvanecía con él.

Un hombre de abrigo oscuro aguardaba desde hacía rato en la parada. Se había retrasado, y ahora el autobús parecía no querer venir.

Escuchó un ruido metálico. La tapa de una alcantarilla, cerca de él, se levantó, y distinguió la silueta de un hombre de traje negro llevando un maletín. El desconocido le sonrió y se colocó en la parada, junto a él.

–¿Lleva rato esperando?... Esta línea es una vergüenza.

El hombre del abrigo oscuro cambió su expresión de fastidio por otra de inquietud.

–Dentro hay más –añadió el hombre del traje negro, alzando la mano derecha, donde tenía el maletín–. Puede llevárselos, si quiere. Solo venga de noche y no se lo diga a nadie... salvo que no haya más remedio. Si alguien está en la parada, y le ve salir, en ese caso...

Entonces llegó el autobús, casi vacío.

El hombre del abrigo oscuro subió primero. Mientras pagaba su billete, el hombre del traje negro cruzó rápidamente por detrás.

El conductor refunfuñó, con sorna y calma, sin moverse. Era un individuo corpulento. Parecía llevar un volante de juguete, aunque había algo en él que sugería una gran agilidad, en el caso de que resolviera salir de su asiento.

El hombre del traje negro entreabrió el maletín y sacó un billete grande. El conductor hizo un gesto cansado, que parecía indicar: anda, siéntate.

En la siguiente parada, el hombre del abrigo oscuro bajó del autobús.

Por la mañana, llamaron del trabajo a su casa, y fue entonces cuando su mujer decidió avisar a la policía.

Texto de Alan



Tiberio de oro

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